sábado, 5 de febrero de 2011

Destino

Miró su rostro en la escena que proyectaba la luna en el agua del muelle. Su pelo, enredado; sus ojos, enrojecidos. Su cara, triste: había estado recordando. Volvió casi cinco años en su pasado, rebobinó a su antojo, bastante rápido al principio, más lentamente al final. No tan al final, a pesar de todo. Un poco, sólo un poco. Allá en el momento en que todo parecía estar muy claro... pero no lo estuvo.

La luna le mostró de repente una cara más, una cara conocida y a la vez desconocida. Una cara que había extrañado mucho tiempo, una cara que no sabía si quería volver a recordar. Llena de ternura, llena de felicidad. Llena de perfección. Una cara que había sido y que, en el fondo, siempre sería.
Se dio la vuelta y lo miró. Más guapo que en el reflejo, más maduro. Pero aún así, casi irreconocible.
Volvió a colocarse de cara a la luna y puso la mano sobre las tablas de madera que había a su lado, acompañándole a sentarse con ella. 

-No me juzgues -susurró justo después, a la vez que miraba las uñas moradas de sus pies balanceándose entre la tierra y el mar.
-No lo hiciste bien -le reprochó él, con frialdad y seguridad, decidido a enfrentarse a aquella situación.
-Lo sé.

Y se quedaron en silencio, contemplando sus rostros en el mar. Sus rostros antiguos, sus rostros felices y decididos. Sus rostros unidos por un destino.
Un destino que, a pesar de todo, los quiso separar.

-Le odié -retomó la conversación con voz grave, aún sin perder seguridad. La miró apenado, pero ella no quiso mirarle. Prefería quedarse con su expresión antigua.
-Yo también.
-Podríamos haber llegado lejos, tú y yo.
-No. No mucho más. Era difícil.
-¿Amigos?
-Eso espero, aunque si el destino ha querido separarnos quizá no nos volvamos a unir.
-Dijiste que no creías en el destino. Siempre lo decías.
-Y no creo en él. No creo en el destino de que una persona tenga un accidente, ni en destinos relacionados con la enfermedad, con el dinero o con la felicidad. Creo en el destino de que dos personas puedan conseguir todo lo que se propongan con no más herramienta que el amor.

Él se rió, suavemente, dulce, divertido, juguetón. Nostálgico quizá.
-Solías ser así de cursi, ¡lo olvidaba!
-Éramos un par de cursis sin remedio.
-Pero éramos felices.
-Sí. Lo éramos.

2 comentarios:

  1. aiiih!!! dios, es tan tan bonita !

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  2. Siempre me gustó como escribías :) Aún recuerdo un relato que me pasaste...
    "Sangre y un lazo blanco", te acuerdas?
    Ya hablamos...

    Un beso :)

    P.D.: quién soy?... 8-)

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